domingo, 28 de noviembre de 2010

¿Es éste el pensamiento crítico que queremos? (IV)

Dentro de su, por otro lado, muy recomendable bitácora Magonia, Luis Alfonso Gámez tiene una entrada titulada: Ni el Éxodo ocurrió ni el mar Rojo se abrió para Moisés y los suyos, porque no existieron. El texto fue publicado el 22 de septiembre de 2010. 






Fotografa de la película Los 10 Mandamientos

Gámez hace una primera afirmación rotunda: 
El Éxodo, la huida de los israelitas de Egipto, es un invento de los autores del Antiguo Testamento, al igual que el personaje de Moisés. Por eso, es una estupidez especular sobre cuál fue la causa de que las aguas del mar Rojo se abrieran al paso de la masa de desharrapados liderada de Moisés. Da igual quién lo diga y dónde se haya publicado el estudio de marras.(…)

En verdad, ¿resulta insensato y estúpido especular sobre tales cuestiones? La narrativa bíblica es muy peculiar. Está repleta de milagrería, contradicciones, anacronismos, reiteraciones y a menudo ofrece versiones diferentes de un mismo suceso. Por ello, los investigadores suelen acudir a pruebas o indicios extra-bíblicos para dar credibilidad o no a los hechos narrados en el antiguo testamento. Esas pruebas extrabíblicas son otras fuentes contemporáneas a los hechos narrados  (crónicas egipcias, mesopotámicas, etc.) y la arqueología.

Dentro del mundo académico existen dos posturas a la hora de considerar o no como hechos históricos las peripecias contenidas en la Biblia.

-          De un lado, están aquellos que otorgan ciertos visos de historicidad a muchos de los hechos y personajes recogidos en este libro de libros.

-          Por otro lado, están quienes toman la mayoría de tales acontecimientos escritos como una fabulación interesada para construir al pueblo hebreo un pasado grandilocuente y legendario. A estos últimos se los suele llamar minimalistas.

Pero, tanto unos como otros, aceptan que en la Biblia conviven partes absolutamente inventadas con otras que tendrían un fundamento real e histórico. El problema está en esclarecer cuál es cuál. Y en eso no se ponen de acuerdo.

El caso del Éxodo y de Moisés es un buen ejemplo de este debate abierto. Aunque siempre es difícil de calibrar el parecer de una comunidad de investigadores, podría decirse que el sentir mayoritario es que el Éxodo no se produjo y que Moisés no existió, al menos en los términos literales con los que ambos elementos se presentan en la Biblia.

Sólo por citar dos estudios de referencia muy documentados y determinantes:

-          Israel Finkelstein y Neil A. Silberman La Biblia desenterrada, 2001. El primero de los cuáles pertenece a la universidad hebrea de Jerusalén.
-          Jan Assman, Moisés El Egipcio, Madrid, 2003. Hay una edición ampliada en alemán posterior.

En resumen, éstos y otros trabajos recientes han concluido que no existe evidencia ni arqueológica ni documental de la presencia de un amplio contingente semita en Egipto en época de Ramsés II, que es el faraón identificado en la Biblia. Tampoco hay ningún rastro de Moisés, más allá del Antiguo Testamento, a pesar de que se le considera un gran líder histórico de la época.

Ahora bien, ese juicio general no quiere decir que tales elementos no tuvieran alguna base real mínima. De ahí que este enfoque historiográfico se denomine minimalista.

Gámez en otra de sus entradas sobre asuntos históricos recomienda hacer lo siguiente: Hubiera bastado una simple llamada a la Universidad del País Vasco y hablar dos minutos con un prehistoriador o un biólogo para poner las ideas de Ribero-Meneses donde se merecen, en la misma estantería que los secuestros extraterrestres.

Siguiendo su consejo, no he llamado a la universidad del País Vasco, pero he recogido esta cita de un libro de José María Blázquez, catedrático emérito de Historia Antigua de la Universidad Complutense y antiguo profesor mío en unos cursos sobre orígenes del cristianismo. Blázquez es una de los historiadores españoles del Mundo Antiguo más relevantes y todo aquél que haya seguido sus trabajos, sabe perfectamente que sus investigaciones no están dominadas por ningún sesgo confesional. Pues bien, en la obra colectiva Historia de las religiones antiguas. Oriente, Grecia y Roma, Ed. Cátedra, Madrid, 1999, Blázquez dice lo siguiente:
No se puede dudar de la existencia de Moisés, a quien la tradición judía presenta como sacerdote, profeta, jefe carismático, autor del Pentateuco, fundador de la religión de Israel, organizador del culto y del pueblo y promulgador de la Ley. Pero la crítica moderna le ha despojado de casi todas estas cualidades. (Pág. 85) Más adelante, Blázquez añade: La antigua tradición israelita estableció una continuidad entre las tradiciones referentes a la misión de Moisés, a la salida de los israelitas de Egipto y a su estancia en el Sinaí. La tradición reciente vinculó a Moisés con esos acontecimientos, y le atribuyó toda la organización cultual así como la legislación civil y religiosa. En definitiva, atribuye a época de Moisés hechos muy posteriores en el tiempo. (Pág. 88).

Esta posibilidad de que parte de los hechos narrados por el Éxodo, en concreto el cautiverio y huida de Egipto, se hubieran producido realmente, pero en un época diferente a la señalada en la Biblia es una vía explorada por algunos investigadores. Por ejemplo:
  • James K. Hoffmeier, Israel in Egypt: the evidence for the authenticity of the Exodus tradition, Oxford University Press, 1996, reed. 1999.
  • James Hoffmeier, Ancient Israel in Sinai: the evidence for the authenticity of the wilderness tradition, Oxford University Press, 2005.
Hoffmeier es profesor del Antiguo Testamento e Historia Antigua del Próximo Oriente en Trinity Evangelical Divinity School y sus dos obras están publicadas por una institución académica de prestigio como es la Universidad de Oxford.

Es cierto que Gámez señala que no hay que fiarse de lo publicado: Da igual quién lo diga y dónde se haya publicado el estudio de marras. Aunque, por otro lado, recomienda consultar y asesorarse por la universidad para aclarar determinadas dudas acerca de los enigmas del pasado. Pero en ella encontramos trabajos como los de Blázquez o Hoffmeier que parecen quitarle buena parte de razón al periodista. ¿Dónde acudir entonces a buscar un estado de la cuestión satisfactorio sobre este asunto? Pues el propio Gámez pudiera ser una buena opción, ya que entiendo que él, hacia sí mismo, se considerará una referencia fiable y no contradictoria.

El 9 de agosto de 2008 Luis Alfonso publicó en Magonia una entrada titulada “Las huellas del Éxodo” donde comentaba el citado libro “La biblia desenterrada”. Allí Gámez cierra su comentario diciendo:
La conclusión es evidente: el Éxodo no sucedió. Es una invención de los redactores del Antiguo Testamento que responde a la necesidad de dotar de un pasado glorioso a los israelitas. No hay constancia histórica de la existencia de Moisés, como tampoco la hay de las de Abraham, Isaac, Jacob y otros personajes bíblicos. Los encuentros de Moisés con Yahvé en lo alto del monte Sinaí, donde recibe las Tablas de la Ley con los Diez Mandamientos, la caída de los muros de Jericó a los sones de las trompetas y la prodigiosa Arca de la Alianza forman parte de una narración mítica, salpicada de elementos históricos reales como hacen desde siempre los novelistas para dar verosimilitud a sus tramas.

Como vemos el propio Gámez admite que hay unos mínimos históricos que salpican el grueso de una narración legendaria. ¿Podrían estar dentro de esos mínimos históricos una inusual bajada de las aguas en el mar Rojo? Conviene recordar que en antropología, los mitos suelen descomponerse en unidades menores llamadas mitemas para ser tratadas de manera singular y encontrar su fundamento real o imaginario. ¿Podría ese el paso del mar Rojo un mitema fundado en un acontecimiento geológico inusual que hubiera quedado en el acervo popular de aquellas gentes? ¿Es tan descabellado y estúpido explorar esta posibilidad?

Yo diría que no. Hay una disciplina académica que se denomina Geomitología y que aborda el fundamento geológico y natural de algunos mitos religiosos o de comunidades preindustriales. Una obra traducida al español de esta corriente de investigación es  Leyendas de la tierra, Biblioteca Científica Salvat, 1.986, Barcelona, escrita por la geóloga  Dorothy Vitaliano. En ella se estudia entre otros muchos relatos religiosos o mitológicos, por ejemplo, la posibilidad de que las plagas de Egipto pudieran ser referencias folclóricas a determinados fenómenos climáticos y atmosféricos inusuales. Así que quita a dichos fenómenos toda pátina de milagrería y los convierte en acontecimientos muy terrenales.

Para el caso del Éxodo también hay otros trabajos académicos recientes en esa misma dirección de análisis geomitológico:
-          The Miracles of Exodus, Continuum International Publishing Group, 2006  escrito por Colin Humphreys que es físico y profesor de Ciencia de los Materiales en la universidad de Cambridge.

A la vista de todo lo hasta aquí expuesto, parece que no resulta algo irracional o estúpido entrar a analizar la posibilidad geológica de un mito, por muy falso que lo creamos. Y digo esto porque el propio Gámez lo ha hecho en alguna ocasión. En esta intervención suya en BilbaoTelevisión, Luis Alfonso habló de la Atlántida y especuló con la posibilidad de que el relato platónico pudiera haber tomado como base la historia de una pequeña población antigua y que la catástrofe fuera cierto fenómeno natural poco común.



¿Qué es por tanto lo que le molesta a Gámez de la simulación informática propuesta por Carl Drews? Pues, no la simulación en sí a cuyo contenido no dedica ni una sola línea, porque entiendo que criticarla en detalle está tan fuera de sus conocimientos técnicos como de los míos. En el fondo, el problema radica en el autor del trabajo: el propio Carl Drews. Al respecto dice Gámez:
Muchos medios han repetido las conclusiones del trabajo y las declaraciones de Carl Drews, científico creyente militante, como loritos sin pararse a pensar en que una simulación informática encaje con una ficción no convierte esa ficción en realidad. Y, lo que es más gordo, ¡han publicado el disparate en la sección de Ciencia cuando tenía que haber salido en la de Fundamentalismo religioso!
No hay excusas. Aquí se ha columpiado todo el mundo: empezando por PLoS ONE, que ha permitido que un estudio científico incluya referencias a hechos ficticios como si fueran reales; siguiendo por Eurekalert!, el servicio de información de la prestigiosa Asociación Americana para el Avance de la Ciencias (AAAS), que ha difundido una demencial nota de prensa en esa linea, titulada "Parting the waters: computer modeling applies physics to Red Sea escape route" (Partiendo las aguas: una simulación informática aplica la física a la huída por el mar Rojo); y los periodistas y medios que se han hecho eco de la historia acríticamente. A todos ellos: ¡felicidades! En su carrera por dar la noticia más sensacional han vendido como Historia una ficción religiosa. ¡A ver qué día nos informan del hallazgo de la cestita de Caperucita!


Conviene matizar algunas cosas. Uno puede ser creyente y, sin embargo, no proyectar sus creencias en los trabajos de investigación que realice. De hecho, Carl Drews es un creyente militante muy particular porque cabría pensar que estamos ante un defensor del creacionismo y nada más lejos de la realidad. En su página web personal Drews, es teísta convencido, pero acepta la evolución y apuesta por analizar la Biblia a la luz de la ciencia y no al revés.

Por otra parte, Carl Drews es un creyente militante muy extraño porque con su simulación informática defiende que la travesía semita por el Mar Muerto hubiera podido ocurrir sólo por causas naturales, lo que. en cierto modo, podría interpretarse como “qué morro tuvieron esos israelíes que aprovecharon un fenómeno extraño, pero natural, para vender un milagro y un designio de su supuesto Dios. Eran unos estafadores”. Y es que lo que se defiende en el artículo es la ausencia de cualquier acto divino, la negación de la presencia de Dios en ese episodio de la huída de Egipto. Es más, se está negando que allí hubiera sucedido cualquier tipo de milagro.

Si se es creyente militante y se buscan argumentos para demostrar que los hechos bíblicos son ciertos, lo lógico sería hacer un artículo diciendo “miren, por más vueltas que le hemos dado a lo del Mar Rojo, si ocurrió de verdad, tuvo que ser un milagro”. El trabajo de Drews sugiere todo lo contrario, es absolutamente desmitificador.

Indudablemente, por muy  crítico que se sea, nadie es totalmente coherente las 24 horas del día, 7 días a la semana y durante todos los años de su vida.

Cuando uno está expuesto a dar su opinión en un medio de comunicación público, un blog, un micrófofono… corre el riesgo confundir dicho medio con un púlpito y perder cierta conciencia objetiva de lo que hace. Aunque uno se crea un abanderado del pensamiento crítico, no se está exento de cometer errores y podemos acabar creyéndonos “divinos”. Para prevenir esa “divinización” ocasional, de la que nadie nos libramos en algún momento de nuestras vidas, los romanos usaban un esclavo que acompañaba al general triunfante en su regreso victorioso de la guerra. El esclavo se colocaba detrás del general en la cuadriga durante el desfile y le iba susurrando al oído “eres mortal, eres mortal”, mientras el gentío le aclamaba.

No debemos, por tanto, olvidar que somos mortales y víctimas del error. De lo contrario, al leer un post como éste escrito por Gámez, nos podemos llevar la falsa impresión de que el buen pensamiento crítico y escéptico es:

-       Argumentar contra la persona y no contra sus aseveraciones o trabajos de investigación. De hecho, si se trata de un creyente militante no hace falta siquiera leer tales trabajos.
-       Usar una doble vara de medir ante un suceso o investigación. Si es un mito bíblico no hay ni que mirarlo. Si es un mito griego, entonces se puede especular con su origen geológico e incluso salir en la "tele".
-       Conviene nublarse la vista con algunos prejuicios y apriorismos del tipo cualquier trabajo hecho por un creyente, automáticamente pertenece al fundamentalismo religioso.
-       Hay que exponer sólo una parte del estado de la cuestión sobre un determinado asunto o enigma. En concreto, únicamente hay que reseñar aquellas posturas académicas que estén a favor de la tesis defendida por el escéptico. Del resto, aunque igualmente sean universitarias, mejor no decir nada.


Para ir terminando,  también podemos llegar a la conclusión de que hay mucho estúpido entre el profesorado de las Universidades de Oxford, Cambridge y Complutense de Madrid. Si tenemos la mala suerte de que atienda nuestras dudas uno de ellos, estaremos perdidos. Pero ¿cómo distinguir los buenos de los malos? ¿Los acertados de los equivocados? Ni siquiera el propio Gámez parece una fuente del todo coherente.

Por último, si el que especula sobre la posibilidad geológica del cruce del Mar Rojo durante el Éxodo es un fundamentalista religioso, quien hace parecidas cábalas con el mito de la Atlántida ¿es un fundamentalista atlante?.

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