La parapsicología junto a otras disciplinas afines no demanda de la Ciencia ni de sus instituciones nada que no merezca. Su fundamento real o irreal lo irá determinando el tiempo y la crítica experimental de los científicos. Así lo llevan haciendo muchos años a través de las mejores publicaciones especializadas. Sin embargo, algunos emplean ciertas vías para acelerar su disolución como disciplina científica. A mi juicio, la más importante de dichas vías es calificarla de “pseudociencia”. Pero ¿qué es una pseudociencia? y lo más importante, ¿qué alcance tiene?
Ciencia y pseudociencia: Una definición
Mario Bunge es uno de los principales teóricos de esta cuestión. Atesora un curriculum académico envidiable compuesto por un doctorado fisicomatemático en la Universidad de La Plata, un puesto como profesor en la Universidad McGill de Montreal, un galardón Premio Príncipe de Asturias de Humanidades y más 35 libros y 450 artículos sobre física teórica, matemáticas aplicadas, teoría de sistemas, sociología matemática, epistemología, semántica, ontología, axiología, ética, política científica, etc. Además, de dicha valía prestigiosa, traerlo hasta estas páginas obedece a que Mario Bunge es miembro de Honor de ARP y uno de los promotores ideológicos de su Manifiesto Fundacional. Para este profesor, la pseudociencia tiene unas características muy claras. En sus propias palabras:
-Invoca entes inmateriales o sobrenaturales inaccesibles al examen empírico, tales como fuerza vital, alma, superego, creación divina, destino, memoria colectiva y necesidad histórica.
-Es crédula: no somete sus especulaciones a prueba alguna.
-Es dogmática: no cambia sus principios cuando fallan ni como resultado de nuevos hallazgos. No busca novedades, sino que queda atada a un cuerpo de creencias. Cuando cambia lo hace solo en detalles y como resultado de disensiones dentro de la grey.
-Rechaza la crítica, matayuyos normal en la actividad científica, alegando que está motivada por dogmatismo o por resistencia psicológica. Recurre pues al argumento ad hominem en lugar del argumento honesto.
-No encuentra ni utiliza leyes generales. Los científicos, en cambio, buscan o usan leyes generales.
-Sus principios son incompatibles con algunos de los principios más seguros de la ciencia. Por ejemplo, la telequinesis contradice el principio de conservación de la energía. Y el concepto de memoria colectiva contradice la perogrullada de que solo un cerebro individual pueden recordar.
-No interactúa con ninguna ciencia propiamente dicha. En particular, ni psicoanalistas ni parapsicólogos tienen tratos con la psicología experimental o con la neurociencia. A primera vista, la astrología es la excepción, ya que emplea datos astronómicos para confeccionar horóscopos. Pero toma sin dar nada a cambio. Las ciencias propiamente dichas forman un sistema de componentes interdependientes.
-Es fácil: no requiere un largo aprendizaje. El motivo es que no se funda sobre un cuerpo de conocimientos auténticos. Por ejemplo, quien pretenda investigar los mecanismos neurales del olvido o del placer tendrá que empezar por estudiar neurobiología y psicología, dedicando varios años a trabajos de laboratorio. En cambio, cualquiera puede recitar el dogma de que el olvido es efecto de la represión, o de que la búsqueda del placer obedece al «principio del placer». Buscar conocimiento nuevo no es lo mismo que repetir o siquiera inventar fórmulas huecas.
-Sólo le interesa lo que pueda tener uso práctico: no busca la verdad desinteresada. Ni admite ignorar algo: tiene explicaciones para todo. Pero sus procedimientos y recetas son ineficaces por no fundarse sobre conocimientos auténticos. Al igual que la magia, tiene aspiraciones técnicas infundadas.
- Se mantiene al margen de la comunidad científica. Es decir, sus cultores no publican en revistas científicas ni participan de seminarios ni de congresos abiertos a la comunidad científica. Los científicos, en cambio, someten sus ideas a la crítica de sus pares: someten sus artículos a publicaciones científicas y presentan sus resultados en seminarios, conferencias y congresos.
No cabe duda de que las características y apreciaciones realizadas por Mario Bunge son muy valiosas. Nos ponen en guardia ante determinadas maneras de hacer Ciencia que se sustentan más en entelequias vaporosas que en la ardua, pero necesaria, frialdad empírica. Ahora bien, un planteamiento de este tipo convierte en “pseudociencia” más disciplinas “científicas” y campos del saber de los que a primera vista pudiéramos considerar. El propio Mario Bunge señala: Una pseudociencia es un montón de macanas (mentiras, embustes) que se vende como ciencia. Ejemplos: alquimia, astrología, caracterología, comunismo científico, creacionismo científico, grafología, ovnilogía, parapsicología y psicoanálisis. Al preguntarle en una entrevista acerca de cuál era la pseudociencia más peligrosa Mario Bunge afirmó: La teoría económica estándar, porque sustenta las políticas económicas de los gobiernos conservadores y reaccionarios, que son enemigos del bienestar de la gente común.
Mario Bunge
Obligado a tener que calificar como pseudociencia todo aquello que se ajuste a los criterios formulados en su definición, Mario Bunge termina incluyendo en la lista a teorías de vanguardia como las supercuerdas o determinados postulados de la física subatómica (Mario Bunge. Skeptical Inquirer, July/Aug, 2006.). En otro orden de cosas, también este profesor considera que el determinismo genético de Dawkins, Pinker y Chomsky es más popular que nunca; un número creciente de físicos defiende que los ladrillos últimos del universo son los bits o unidades de información; muchos cosmólogos eminentes sostienen que el universo salió de la nada; la multimillonaria Templeton Foundation, cuya misión es unir la religión con la ciencia, acaba de concluir un acuerdo con la American Association for the Advancement of Science por el cual van a patrocinar juntos reuniones y seminarios sobre religión, ética y ciencia; hace dos décadas las universidades norteamericanas ofrecían unos pocos cursos sobre ciencia y religión, pero hoy son más de 1.000; la Food and Drug Administration, que está a cargo de la salud pública, tolera que miles de estafadores prometan por Internet curar enfermedades que la medicina aún no puede curar...
El doble rasero: pseudociencia y escepticismo equivocado.
Por lo tanto, la pseudociencia estaría mucho más extendida de lo que parece. Incluso habría penetrado en el propio Movimiento Escéptico Internacional. En una cena reciente de Mario Bunge ante los miembros más destacados de ARP, entre los cuales estaba Félix Ares de Blas como anfitrión, el profesor argentino les dirigió las siguientes palabras: Quiero proponerles una tarea que les va a arruinar la digestión. Esta tarea consiste en analizar críticamente la obra de los tres caballeros cruzados de la cruzada atea anglosajona: Richard Dawkins, Steven Pinker y Daniel Dennet, muy promocionados por el Movimiento Escéptico norteamericano. Ellos son, según el propio Movimiento Escéptico norteamericano, eminentes científicos que están luchando contra la pseudociencia. La tesis que yo propongo es que esa es la Quinta Columna del movimiento escéptico. Que los tres son pseudocientíficos. Luego, animó a los comensales a que revisaran críticamente los postulados defendidos por dichos líderes del escepticismo estadounidense y fundamentó en extenso los motivos que le habían llevado a realizar tal llamamiento autocrítico.
Palabras de Mario Bunge ante dirigentes de ARP
Por lo tanto, bajo la consideración fundada de uno de los principales teóricos de la pseudociencia como es Mario Bunge, inspirador ideológico de ARP; bajo los propios criterios que esgrimen los autodenominados escépticos para identificar las falsas ciencias, resulta que la organización tiene al enemigo en casa justo en la cúpula misma del movimiento. ¿Reacciones al respecto? Al menos públicas ninguna. Es más aún, adalides de Círculo Escéptico como Mauricio José Schwarz confiesan en su página web, sin ningún pudor, su admiración por Richard Dawkins: http://www.mauriciojose.com.
De hecho, Dawkins recibió en 2009 un título de Doctor “honoris causa” por la Universidad de Valencia y nadie presionó al rectorado para que le retiraran tal galardón. Nadie creó listas negras ni se sintió indignado ante la mala imagen que pudiera ofrecer la universidad valenciana. Tampoco, Círculo Escéptico o ARP se han movilizado contra los cursos, seminarios, conferencias, etc. celebrados en el marco universitario y dedicados a las teorías de las supercuerdas; la teoría económica estándar; el determinismo genético de Dawkins, la psicología evolutiva de Pinker o las teorías cognitivas de Dennet.
Simplemente, se entiende que la Ciencia, en todos esos casos, sigue su curso natural. Dará y quitará razones a través de los resultados obtenidos. Trasladar el debate desde los experimentos a la ideología, puede distorsionar la propia discusión y pervertir el sentido profundo de hacer Ciencia. Aún así, resulta una postura comprensible desde el punto de vista de la Filosofía y la Teoría de la Ciencia. Lo que no resulta tan fácilmente justificable, es el doble rasero que se aplica para según qué pseudociencias, lo que viniendo de unas organizaciones, supuestamente escépticas, que deberían predicar con el ejemplo y ser inmaculadas en sus análisis de la realidad no deja de parecer chocante. Sobre todo, pone en evidencia el trasfondo real que anima a sus dirigentes. ¿Desean los miembros de Círculo Escéptico y ARP perseguir la pseudociencia en todas sus manifestaciones o sólo determinadas pseudociencias? ¿Qué les hace movilizarse para eliminar unas, mientras ellos mismos cobijan y fomentan otras? También en esto hay campo de investigación, aunque no sé si “paranormal”. Desde luego, algo extremadamente raro sí que parece.
Yo, en verdad, no tengo absolutamente nada claro que existan los fantasmas, la telepatía, la psicocinesis, los viajes astrales o los extraterrestres pilotando naves voladoras. Más bien mis creencias me llevan por sendas marcadamente terrenales y materialistas. Ahora bien, lo que sí tengo muy claro es que hay margen suficiente para estudiar académicamente todo el trasfondo –real o imaginario- que sustenta esos testimonios, experiencias y fenómenos. Un margen que puede revelarnos fraudes, explicaciones más convencionales o presentar derroteros nuevos para la Ciencia que, sin ser extraordinarios, aporten algunos componentes valiosos para el Saber humano. El esfuerzo puede valer la pena y, en verdad, arroja frutos aunque no sean los esperados a priori. Un buen ejemplo lo tenemos, desde hace una década, en los logros obtenidos por la llamada Psicología de las Experiencias Anómalas en el Departamento de Psicología de la Universidad de Londres.
Por el contrario, quien se dedica a abanderar la Ciencia torciendo voluntades, en lugar de hacer que las investigaciones sigan su cauce –sea este el que sea-, confía muy poco o nada en esa misma Ciencia que tanto parece vociferar. Es más, quien actúa de manera tan miope, debilita la Ciencia, porque no demuestra creer en ella. No hace Ciencia, sino ideología y partidismo interesado. Se apodera de él un mal entendido paternalismo, un afán de imponer su criterio antes de que los hechos, los datos y los experimentos dictaminen por sí mismos y pongan a cada uno en su lugar. Quien le pone muletas a la Ciencia y a los científicos, lejos de ayudarles, les está haciendo tambalearse por anticipado. Les está ayudando a caer en redes y organizaciones no académicas que no forman parte de la Ciencia aunque lo aparenten. Estos colectivos juegan la partida “científica” con naipes marcados: no demuestran ser autocríticos; no llevan la persecución de las pseudociencias hasta sus últimas consecuencias; prefieren la presión popular al debate y al contraste de ideas; no someten sus publicaciones y estudios a revisiones previas para garantizar los mínimos científicos exigibles; no rinden cuentas de su labor al mundo académico por las vías ortodoxas, etc.
Conviene siempre recordar que el escepticismo no es patrimonio exclusivo de una asociación. Es un atributo inherente al método científico. Quien pretenda secuestrarlo para convertirlo en un lobby de interés, equivoca el sendero a caminar. Intenta convertir en un Tribunal compuesto por “jueces” que nadie ha nombrado salvo ellos mismos, a aquello que debería ser una cualidad esencial que adorne a todo investigador por el mero hecho de serlo.